jueves, mayo 27

Los detectives salvajes


Al principio se lee como una especie de novela de aventuras, un poco a lo On the Road: una serie de personajes más o menos estrafalarios, circundados por un hálito de leyenda, vive una vida bohemia en el DF. Pasean, escriben, beben, se drogan, tienen sexo, chismorrean, comentan libros... Y la primera parte ("Mexicanos perdidos en México, 1975") termina con un final de película de acción, triunfal y lleno de peligros difícilmente sorteados.

La segunda parte, es, por decirlo así, la resaca. Creo recordar que On the Road me dejó una sensación similar, por aquello de que es el recuento de un momento pasado, y el autor de alguna manera da cuenta de la decadencia que ha deteriorado una situación que originalmente ya era decadente. En "Los detectives salvajes, 1976-1996)" nos damos cuenta de que esta novela es una especie de ¡Qué viva la música! (de Andrés Caicedo) escrita veinte años después, con toda la amargura que inevitablemente sobreviene después de tanta ingenuidad, de tantas infundadas pretenciones. Voy por la mitad, y el recuento de la vida en París de Ulises Lima me tiene la garganta hecha un nudo: "Y fue entonces cuando de golpe se me vino encima todo el horror de París, todo el horror de la lengua francesa, de la poesía joven, de nuestra condición de metecos, de nuestra triste e irremediableme condición de sudamericanos perdidos en Europa, perdidos en el mundo..." (234 en la edición de Anagrama).


Algo que siempre me pasa con Bolaño es que siento que su literatura tiene mucho de generacional. Mejor dicho, que habla acerca de lo que significó crecer y vivir en su tiempo, como un chileno radicado en México que vino a Barcelona a sentar cabeza y convertirse en un vedadero escritor. Vivir en su tiempo, en su(s) continente(s), en su lengua. Siento la presencia de todas esas experiencias de este y el otro lado del charco, y las voces de todos esos autores que, a través de sus incontables lecturas, hablan en sus páginas, y me siento francamente sobrecogido.

* * *

Anoche intenté ver a Julieta Venegas y Gepe, que tocaban en el Clandestino, pero resultó que el concierto era a otra hora y que la entrada no era gratis. Paila. Tampoco creo haberme perdido de mayor cosa, vamos a ver qué dicen los colegas.

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